Sant Miquel del Pla    

La iglesia de Sant Miquel del Pla de Tarragona, que en parte debe su nombre al lugar donde se encuentra (la plataforma que quedó formada con la construcción del fórum provincial romano), está situada en pleno casco antiguo de la ciudad, en la pequeña plaza que lleva su nombre, flanqueada por las calles Gai y Notario Albinyana; detrás, la nueva plaza de Sant Miquel surgida a raíz del derribo de las viviendas allí existentes.

El edificio actual, correspondiente al siglo XVIII, consta de una nave central con bóveda de cañón a la cual dan varias capillas, que en su conjunto, forman un rectángulo de unos 26x17 metros. La planta se completa con una sacristía en forma de «L» al lado derecho del altar mayor. El acceso se hacía a través de dos puertas arquitravadas con dinteles y jambas de piedra del país, una en la fachada de la plaza de Sant Miquel y la otra, actualmente tapiada, en la fachada de la calle Gai. En el interior hay una tercera puerta, de menores dimensiones, que, a través de una escalera, da acceso a las dependencias superiores, donde destacan el coro, triforios y una sala cuadrada ubicada encima de la sacristía.

Como elementos constructivos y decorativos a la vez, se empotraron en una de las fachadas dos bloques de piedra que corresponden a dos basamentos romanos del siglo II dC, con sendas inscripciones. Los pedestales, que presentan un deterioro progresivo, están situados al lado derecho de la puerta que da a la plaza de Sant Miquel.

La iglesia es considerada como una de las primeras que se construyeron en la ciudad. El historiador Emili Morera estima que fué erigida en tiempos del Arzobispo Sant Oleguer (1118-1137). La primera constancia documental la encontramos en la Bula pontificia de Anastasio IV, promulgada el 21 de Marzo de 1154, en la cual se mencionan los cinco templos existentes en aquellos momentos en Tarragona.

El 1600 la iglesia pertenecía al gremio de tejedores. El año 1631 pasó a ser administrada por la congregación de Presbíteros, la cual inició una importante restauración del templo que estaba en un estado ruinoso. Consta que en origen, la iglesia era de dimensiones menores y tenia el ábside donde hay la puerta que da a la calle Gai. Su anchura correspondería a la de la nave central y su longitud representaría las dos terceras partes de lo que es hoy. La remodelación total del edificio y su engrandecimiento del año 1734, aprovechando los elementos de la iglesia existente, cambió la orientación del templo. El Canónigo Vicenç Farré encargó la construcción de la capilla de la Virgen de los Dolores el año 1791. Durante la guerra de la independencia, la iglesia se utilizó como almacén, restaurándose nuevamente el año 1817. El año 1862, al disolverse la citada congregación de Presbíteros, el templo pasó a manos del Arzobispado (actual propietario), que la fué cediendo a distintas congregaciones como los Capuchinos o los Claretianos. El año 1936 la iglesia fué utilizada como establo. Finalizada la guerra civil, fué una vez más restaurada y rehabilitada para el culto hasta mediados del 1970 en que definitivamente se cerró.

La vieja aspiración que la iglesia nos fuera cedida para guardar los pasos de Semana Santa, fué una realidad el año 1986.

Mirando atrás en el tiempo, la iglesia fué ofrecida a la Hermandad una vez acabada la guerra civil el año 1939, con la intención que colaborase en su restauración. La Junta Directiva declinó el ofrecimiento. En fechas posteriores, nuevamente se habló de su utilización como lugar donde dejar ya no sólo nuestros pasos, sinó también los de otras entidades. Todas las tentativas quedan frenadas cuando se habla del importe necesario para ampliar el gálibo de la puerta de acceso, insuficiente para permitir la entrada de los pasos.

El intento más efectivo tuvo lugar a partir del mes de Mayo de 1972, momento en que se mantuvieron distintos contactos con la autoridad eclesiástica, se grafiaron los planos, se redactó un proyecto de ampliación de la puerta y se obtuvo la autorización de la Comisión de Arte de la Delegación Provincial del Ministerio de Cultura. La iniciativa, una vez más, quedó aplazada por cuestiones de tipo económico y personal.

El mes de Diciembre de 1983, bajo la presidencia del Arquitecto Manel-Pau Recasens, se avivó el tema. Se redactó un nuevo proyecto -basado en el ya existente- y se obtuvo la licencia municipal, un vez pasada la petición por la Comisión Técnica de los Servicios Territoriales de Cultura de la Generalitat de Catalunya. Las dificultades económicas vuelven a frenar la iniciativa.

A finales del año 1986, a raíz de la obligación de dejar el local de las Escrivanies Velles, nueva sede del Colegio de Ingenieros Industriales, se inician una vez más las negociaciones con el Arzobispado, obteniéndose la autorización para ocupar la iglesia. Se inician los trabajos en Sant Miquel: las primeras actuaciones son el levantamiento de un plano de la planta de la iglesia y un extenso reportaje fotográfico sobre su estado con el fin de destinarlos a la confección de dossieres con la finalidad de solicitar ayudas económicas para la restauración y consolidación del templo.

A partir de aquel momento, en diversas fases y siempre que las disponibilidades económicas nos lo han permitido, se han ido realizando distintos trabajos tales como una primera reparación de los tejados, el engrandecimiento de la puerta principal con el fin de permitir la entrada de los pasos, la pavimentación provisional, etc. A parte de las aportaciones económicas de la Hermandad y de estamentos oficiales (Ayuntamiento, Diputación y Departamento de Cultura de la Generalitat de Catalunya), también se ha de hacer mención a la esforzada voluntad de dedicación de algunos hermanos que, con su esfuerzo personal han supuesto un importante ahorro económico dedicando horas libres de su tiempo para colaborar en los trabajos realizados.

En el desarrollo de los trabajos de excavación en el suelo de la iglesia a fin de su posterior relleno con capas de distintos materiales, se pusieron al descubierto varias tumbas, dos criptas y otros elementos.

Las losas de cubierta de las tumbas están en parte repicadas para facilitar la adherencia del material utilizado para sujetar el enlosado moderno. Pese a ello, se ha podido saber que una de las tumbas, originariamente, dio cobijo a los restos del sacerdote comensal Jaume Guasch, originario de Alcover, población cercana a Tarragona, el cual murió el año 1769. Otro de los elementos descubiertos, es una lápida en mármol blanco de buena calidad de 86x64,50 cm, que presenta en una de sus caras, restos de una moldura del que podría haber sido un basamento de columna. La buena calidad del material ha permitido la conservación de la inscripción que hace referencia Josep Torrabadell, fallecido el 16 de Diciembre de 1727.

La cripta más grande, a la cual se accede a través de dos oberturas, tiene una bóveda de cañón, planta rectangular de 710x320 cm y una altura media de 455 cm. La otra, de menores dimensiones, con una sola obertura, que en el momento de su hallazgo estaba llena de materiales de derribo, conservaba parte de los restos óseos muy maltrechos por la humedad.

El entonces Taller Escuela de Arqueología (TED’A) de Tarragona, realizó catas arqueológicas que pusieron al descubierto diferentes estratos romanos tardíos, así como restos de la primitiva iglesia de Sant Miquel del Pla que, como ya hemos dicho, tenía una orientación inversa a la actual.

Los trabajos realizados permitieron documentar mejor las estructuras de la iglesia del siglo XII. Se comprobó que la edificación descansaba sobre la superficie plana de roca que había sido rebajada par la construcción de uno de los dos recintos del fórum provincial romano y que parte de los elementos de la construcción del recinto eran materiales romanos reutilizados. La estructura de la iglesia era de una sola nave (14,20x9,60 m) con un ábside cuadrangular (4,20x3,37 m).

El destino final de la iglesia, una vez finalizados los trabajos proyectados, será el albergar una exposición permanente de los pasos propiedad de la Hermandad y del resto de los elementos que constituyen su patrimonio, no descartándose, como se preveyó en un principio, exponer objetos de otras entidades, en lo que podría ser una primera piedra de un posible museo sobre la Semana Santa Tarraconense.